Al colibrí
volante
chispa de agua,
incandescente gota
de fuego
americano,
resumen
encendido
de la selva,
arco iris
de precisión
celeste:
al picaflor
un arco,
un hilo
de oro,
¡una fogota
verde!
Oh
mínimo
relámpago
viviente,
cuando
se sostiene
en el aire
tu
estructura
de polen,
pluma
o brasa,
te pregunto,
¿qué cosa eres,
en dónde
te originas?
Tal vez en la edad ciega
del diluvio
en el lodo
de la fertilidad,
cuando
la rosa
se congeló en un puño de antracita
y se matricularon los metales,
cada uno en
su secreta
galería,
tal vez entonces
de reptil
herido
rodó un fragmento,
un átomo
de oro,
la última
escama cósmica, una
gota
del incendio terrestre
y voló
suspendiendo tu hermosura,
tu iridiscente
y rápido zafiro.
Duermes
en una nuez,
cabes en una minúscula corola,
flecha,
designio,
escudo,
vibración
de la miel, rayo del polen,
eres tan valeroso
que el halcón
con su negra emplumadura
no te amendrenta:
giras
como luz en la luz,
aire en el aire,
y entras
volando
en el estuche húmedo
de una flor temblorosa
sin miedo
de que su miel nupcial te decapite.
Del escarlata al oro espolvoreado, al amarillo que arde,
a la rara
esmeralda cenicienta,
al terciopelo anaranjado y negro
de tu tornasolado corselete,
hasta el dibujo
que como
espina de ámbar
te comienza,
pequeño ser supremo,
eres milagro,
y ardes
desde
California caliente
hasta el silbido
del viento amargo de la Patagonia.
Semilla del sol
eres,
fuego
emplumado,
minúscula
bandera
voladora,
pétalo de los pueblos que callaron,
sílaba
de la sangre enterrada,
penacho
del antiguo
corazón
sumergido.
Pablo Neruda
...
dos seres que amo